Emilia está en el limbo. Para armar el relato de sus dieciocho años acude a las instantáneas que conforman su memoria: su abuela postrada para rezar. Ella misma sentada en las piernas de un sacerdote. El día que conocía a Matías. La noche en que logró escuchar a Júpiter. Emilia quiere salir del coma pero su única vía de contacto con el exterior es también su mayor fobia: una mariposa. Ella ha visto ya tres simulacros del fin del mundo pero los jinetes del apocalipsis tienen que completar el número cuatro.