Cuando nuestro mundo tenía un centro, todos los caminos llevaban a Roma. Luego, durante muchos siglos, nuestro mundo se descentralizó. Los caminos eran peligrosos y las ciudades acogedoras. Después de muchas guerras, nuestro mundo llegó a tener, durante cuatro decenios, dos centros: por una parte, Washington y, por otra, Moscú. En la última década del siglo pasado, desapareció la centralidad de Moscú y, en los albores de nuestro siglo, el otro centro fue atacado y nos quedamos sin el "Centro del Comercio Mundial" (WTC). Estamos saliendo de esos mundos. Tenemos que reconstruir el nuestro más allá de las supuestas fundamentaciones ontológicas que lo sitúan fuera del espacio y del tiempo, fuera de las distinciones y las diferencias, fuera del fin y del sentido. Por lo que tenemos que iniciar –ya se está haciendo– recorridos por todos esos campos y ámbitos de experiencia y de reflexión que se volvieron opacos e inaccesibles. Las "Luces" nos sumieron en la oscuridad, los mapas nos ocultaron el territorio, los relojes nos falsearon el tiempo. Las fundamentaciones, los supuestos, las bases de nuestro pensamiento y de nuestra reflexión, de nuestras normas y de nuestras prácticas, nos han mantenido fijados en unos determinados espacios y tiempos. Ya es hora de que salgamos a caminar. En las páginas que siguen se invita al lector a hacer un recorrido especial: el recorrido por la religión. El libro no se dirige a quienes ya saben ni tampoco a los desinteresados, sino a aquellos a los que este territorio les resulta extraño; a los que nunca pasearon por él pero son sensibles a los misterios; a los que tuvieron experiencias importantes en su juventud que les llevaron a comprometerse con sus prójimos y que hoy se aburren en el desengaño; a los que se atreven a romper con la forma de censura de "lo políticamente correcto" y les interesa orientarse en una sociedad compleja que permite pensar y actuar por uno mismo, pero mucho mejor si se atreve a luchar acompañado por otros.