El dolor por la pérdida de mi hijo nunca va a desaparecer, pero como estoy segura de verlo otra vez, he aprendido a convivir con él.
Yo te amo. Yo sé que he cometido errores. No siempre te he comprendido, ni me he esforzado por hacerlo.
Estuve tan ocupada con mis propios problemas, que a veces los dejé a ustedes dos, Kwey y tú, abandonados. En esa época no me di cuenta, pero más tarde lo entendí y me arrepentí mucho.
Seis años después de tu partida, Manuel me dijo durante una visita a Bogotá: "Brigitte, desde hace mucho tiempo quiero decirte que tú has sido siempre la persona más importante en la vida de Ravny". Estas palabras fueron bálsamo para mi alma y me dieron el valor para escribir todo.
No puedo saber si publicaré este libro. Tal vez lo he escrito sólo para mi hijo. Si lo leyera solamente una persona con un hijo enfermo y aprendiera algo, entonces habrá valido la pena escribirlo.
Gracias por llamarme y por darme así la oportunidad de acompañarte y aprender.
Te amo.