Uno de los libros más leídos por la entera humanidad, desde la fecha de su publicación, en 1637, hasta nuestros días.
Descartes, tachado de ser ateo, se vió obligado con este ensayo, a proponer, entre otras consideraciones de carácter filosófiico, la demostración de la existencia de Dios. Las polémicas que suscitó lo obligaron cuatro años después, a retomar el argumento con otro ensayo, las Meditaciones metafísicas, que es oportuno leer tras haber leído detenidamente el presente Discurso.