Estos poemas son un homenaje a la brevedad, a la conciencia de que el tiempo amoroso es distinto al de la historia. Recogiendo un tema de tradición en la literatura occidental, el poeta anhela rescatar con sus palabras los instantes de plenitud que fluyen, porque los instantes, los días y las estaciones son apenas ilusiones de la materia.
Son, a la vez, poemas a la naturaleza, poemas a la belleza del erotismo y poemas metafísicos: la contemplación del transcurrir no tiene por qué provocar angustia; antes bien, es una invitación al disfrute amoroso, al llamado a la felicidad, a la renuncia a cualquier promesa de eternidad.
Estos no son poemas bullangueros ni patéticos. Rompen con discreción el silencio, se abren a los amaneceres, penetran la intimidad y se recomponen del caos. Declaran el amor y gozan del instante.