Valeria es una joven de diecisiete años que se ve en la obligación de pasar todo un verano en un pequeño pueblo de León. Algo que, sin duda, le resulta extremadamente aburrido. O eso es lo que ella cree, hasta que sin darse cuenta, se ve inmersa en el mejor verano de su vida. Amigos nuevos, historias inolvidables, risas y una mirada intensa, con unos ojos que sonríen y que a ella le hacen sentir que vuela. Lucas es el culpable de provocar ese sentimiento en Valeria. Ambos se convierten en dueños de una historia de amor de juventud, alocada, inocente e intensa.
Con el paso de los años, Valeria descubre que ese sentimiento, nacido en la adolescencia, va cambiando a lo largo del tiempo. Crece y las perspectivas de su vida van cambiando. El devenir de los días va consumiendo una llama que parecía imposible de apagar. Sin embargo, hay amores que marcan el resto de una vida.
Hay sensaciones imposibles de explicar, amores que tocan el alma con la punta de los dedos, sentimientos que hacen andar por encima de las nubes y llegar a las estrellas con solo estirar la palma de la mano. Amores que se demuestran con una mirada, sin palabras, amores que perduran a lo largo de los años.
Aunque pasen los años, la esencia del amor permanece intacta. Amores que consiguen que una sonrisa sea capaz de mover el mundo.