Un fantasma recorre Europa: el fantasma del totalismo. Y a diferencia de lo que hicieron el papa y el zar, Matternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes con el fantasma del comunismo en 1948, la vieja Europa contempla el espectáculo. Estulta Europa. Pero el fantasma del totalismo está ahí. A la luz del día y en la oscuridad de la noche. Con permiso de residencia. Y nos promete felicidad.
Ese no expresar lo que uno piensa cuando va a contracorriente de lo publicado y lo publicitado; ese no significarse por miedo a lo que puedan pensar los otros o por temor a poner en peligro los intereses particulares, sociales o profesionales. A ello añadamos el mimetismo de las masas y el oportunismo de quien sube al carro del caballo que cree ganador.
Así se constituye una opinión totalista que condiciona, presiona y abruma, que favorece la autocensura, que da carta de naturaleza a determinadas ideas inconsistentes y socialmente discutibles.
La autonomía personal. Es lo que reivindica Miquel Porta Perales en 'Totalismo'.