Más información y más entretenimiento no equivalen a más saber. Mucho menos cuando lo que alguien puede o no ver está seleccionado de antemano: en este libro mostramos qué importancia tiene el montaje invisible, descubierto hace muchas décadas, en el siglo XX, en el modo que tenemos de percibir el mundo que nos rodea y de disponer de las nuevas tecnologías que creemos garantes de una vida cualitativamente distinta. Por lo demás, en México y en el resto de América Latina existe una fuerte tradición de no querer saber, porque se prefiere creer: la religión ha jugado las más de las veces y de manera insidiosa contra la posibilidad de saber e incluso contra el "querer saber" y la curiosidad, pese a que en distintos países de la región hemos tenido por lo menos desde el siglo XIX partidarios muchas veces desconocidos de educar y de servirnos del raciocinio. Entretenimiento, información selectiva y herencia religiosa distan mucho de garantizar que consigamos un mayor y mejor conocimiento sobre nosotros mismos, sobre el mundo y sobre sus novedades tecnológicas. ¿Somos o no somos más curiosos?