Los cristianos, sin excepción, tenemos un llamado. Llamados a amar a Dios con todo lo que somos; llamados a servirle; llamados a acercarnos a los que se encuentran perdidos. Sin embargo, es este último llamado al que más nos cuesta responder. Dispuestos de buen grado a apoyar ministerios de evangelización puestos en marcha por otros, muchos de nosotros pronto nos desalentamos en los intentos de testimonio personal, porque, sencillamente, sucede que las estrategias que hemos tratado de poner en práctica no parecen estar dando resultado.
Al comprobar cómo va obrando Dios en las vidas de las personas, descubrirás el privilegio de vivir la realidad de la evangelización: en genuino amor a las personas en Cristo.