¿Cómo escribir una historia que incluya a la gran mayoría de personas que vivieron en el pasado? Por medio siglo esta pregunta ha tenido una cierta urgencia, no sólo por razones historiográficas sino también porque la respuesta ha sido considerada central en los proyectos que buscan ganar la inclusión en la sociedad de grupos sociales previamente excluidos. En la década de 1960 la historia social creció rápidamente y tuvo bastante éxito en ayudar a nuestra comprensión de muchos grupos sociales, como los esclavos, las mujeres y los obreros, especialmente en lo tocante a sus vidas cotidianas y sus labores. Sin embargo, estas personas que entraron en la historia social raramente aparecieron en la historia política, salvo en resistencia a la política dominante. Pudieron entrar en una rebelión de esclavos, en una jacquerie de campesinos o en una huelga de obreros. Pero estos actos valientes casi nunca —salvo en el caso de la Revolución Haitiana— afectaron las grandes narrativas de la historia ni fueron los motores de la historia. La política de la clase obrera era concebida contra la nación y el Estado. Por eso, en los años noventa, el proyecto de los Estudios Subalternos intentó superar algunos límites de la historia social, especialmente la falta de presencia de los grupos populares en la vida política de la nación.
James Sanders