Una reflexión lúcida y documentada sobre el origen de las concepciones acerca de las enfermedades mentales, a partir del texto de referencia Memorias de un neurópata, de Paul Schreber.
El estilo de trabajo que se practicaba en el seminario de Jacques-Alain Miller proviene de la gran escuela de lectura de los que fueron sus maestros en las letras. Esa formación sin par, en buena parte una creación de la universidad francesa, consiste en dar al texto todo el valor que merece y considerar posible una transferencia con él, más que con su autor. El procedimiento de la lectura sigue las reglas cartesianas de buscar las evidencias, dividir las dificultades en unidades significantes, ir de lo más simple a lo más complejo y hacer enumeraciones y revisiones completas. Esto, aplicado a la lógica de un texto, revela elementos fundamentales y hace surgir niveles de sentido que una lectura inmediata, analógica, vagamente universitaria, no revelaría.
Lo que la enseñanza de Lacan añade ahí es que, más allá de los niveles de sentido, está aquello que los causa, o que causa su dislocación, y que causa las tensiones y ambigüedades que se producen entre los conceptos: la enunciación de quien escribe, es decir, el deseo, que en este caso es el deseo, decisivo para el psicoanalista, de Sigmund Freud. O, si se quiere, todo se resume en tomar el texto como síntoma a analizar.
Así es como este seminario de Jacques-Alain Miller nos sigue enseñando cómo hay que leer; y cómo hay que leer a Freud más particularmente, a nosotros que, siguiendo el ofrecimiento de Lacan en Caracas, en la que sería su última lección de seminario, queremos ser lacanianos.