Jesús viene al encuentro de nuestra vida y nos invita a vivir lo que él mismo vive, su historia salvadora, con la gran riqueza de acontecimientos, de actitudes, de sentimientos que la configuran. Y así, todo lo que nosotros somos y hacemos, y todo lo que somos y hacemos como comunidad cristiana, queda lleno de la novedad de vida que Jesús constantemente aporta. Es cierto que cada día del año podemos recordar su muerte y resurrección, su llamada a la alegría, su invitación a convertirnos, su esperanza... Pero también es cierto que nos va bien, nos resulta pedagógico, revivir por etapas, por momentos diversos, toda la riqueza de la salvación de Jesús. Y esto es el año litúrgico.