Ni callarlo ni decirlo. Antonio Hurtado de Mendoza
Fragmento de la obra
Jornada primera
(Salga Don Juan de Ayala, pensativo y paseándose por el tablado, y Gonzalo, su criado, detrás de él, mirando del mismo modo. Y después de haber dado una vuelta al tablado y dicho la primera copla, tírele de la capa y diga las demás.)
Gonzalo: [Aparte.] (¿Hay suspensión más extraña?
¿Hay amor tan enfadoso?
Ea, embisto; que es forzoso
que se empiece la maraña.)
¡Ah señor! ¡Qué embelesado
se está sin oír ni hablar!
¡El diablo puede esperar
lo que se dice un callado!
Si es que hacer por lo entendido
del divertirte gran precio,
si quieres ser menos necio,
¡sé necio, y no divertido!
¿Hay embeleso, hay espanto
de amor igual? Luego vi
que es estar menos en sí
el estar consigo tanto.
Juan: Este hermoso, este grande, este escondido
afecto de mi amor, que retirado
yace en el hondo mar de mi cuidado,
y en la ardiente región de mi
¿cuándo en voz se verá, cuándo en gemido
de lazos de silencio desatado,
o siempre en mis memorias obstinado,
cuándo podré acordarme algún olvido?
Recato es no morir. Ninguno acierte
en mi estrago, la causa al alma asida,
la mano celestial, el dueño altivo.
Quitaré la costumbre de la muerte
y hecho sepulcro de mi propia vida,
polvo de amor seré, quedando vivo.
Gonzalo: ¿Sonetico? Los condeno.
¡Pardiós!, que quiero decillo
si el soteno y tabardillo
salen mal del catorceno.
¡Cuál diablos la dama es,
que de un hombre honrado amada
modestamente, se enfada
de una injuria tan cortés!
[Aparte.] (¡Díjelo pulidamente!)
Sea esa fembra en buen hora.
Si del solar del aurora,
de todo el Sol descendiente,
tu nobleza, aunque no iguala
tu presunción, ¿qué se humilla?
¿No fue tu agüelo en Castilla,
Don Pedro López de Ayala?
¡Qué suspenso está, y qué mudo!
[Aparte.] (¡Vive Dios, que me he vengado!
¡Que a un divertido menguado
dalle con lo linajudo!)