Un hombre escribe un tratado sobre asuntos humanos, pero permanentemente lo interrumpe para escribir cartas de amor. En ambas cosas está lo imposible, porque en su visión escéptica y descarnada del mundo, repetida en cada capítulo de ese compendio, se revela el lamento de un corazón abandonado que arroja palabras al vacío de un amor ausente en cada carta de amor. Ambos, tratado y cartas, son una oda a la desesperanza, un camino en el cual las palabras revelan su inmenso poder creador y también destructor.
Esta obra, que tal vez podría catalogarse como novela, es un terrible monumento a las palabras, un homenaje a su poderío como constructoras del ser humano y de su mundo. Pero también es un grito desolado, una revelación de la impotencia del hombre ante el precipicio de sí mismo.