Las falsas memorias que el conde de Mirabeau novela en El libertino de calidad trazan la intensa vida de un seductor que, salido de la aristocracia y cargado de cinismo, va a utilizar sus poderes amatorios para conseguir dinero; la ironía que el autor presta al relato distancia al lector de ese personaje dedicado a la depredación amatoria. Como Don Juan, busca el placer a cualquier precio para convertirse en ejemplo de una situación apenas descrita en la literatura de la época: la prostitución masculina. La habilidad narrativa de Mirabeau pone el foco de manera especial en episodios concretos, iluminándolos de una forma tan intensiva que sugieren y muestran con todo detalle una serie de momentos de placer extremado, sin renegar del lenguaje que realmente utiliza el erotismo ni convertirlo en tabú.
Escrita en la prisión de Vincennes, Mirabeau intentaba, a través de su personaje, persuadir, divertir, sorprender, provocar, utilizando una prosa enérgica, llena de colorido, que más tarde le serviría para desarrollar la oratoria que le mereció el sobrenombre de «Tribuno de la Libertad».