Existen tres acepciones del término avatares. Se llaman así, según la mitología indú, las diez formas diferentes en que se encarna en la tierra la diosa Vishnu. Con el sentido de cambio de figura el término pasó, en segundo lugar, a la lengua francesa hablada y de allí al castellano. Más recientemente, con ese nombre se designan en los nuevos medios digitales los dibujos y siluetas animadas que se asemejan al cuerpo y realizan acciones en la red. La inexistencia de un estado-nación condicionó, en el país que desde 1886 se llamó República de Colombia, la debilidad de los símbolos que pretendían asumir representación general. Pudo existir por más de un siglo sin un mapa-logo, enarbolar la misma bandera de Catalina de Rusia, tener un escudo con un atributo y el lema más contradictorios, y recurrir al Sagrado Corazón como ícono unificador. Que el oro de los indios se fundiera hasta 1940, no se requiriera de colecciones e instituciones que correspondieran a alguna clase de necesidades sociales de desarrollo de una memoria nacional, y acabaran por derrumbarsen clásicos y canon de una literatura que no cumplió las tareas de las literaturas nacionales, constituyen otros tantos avatares pertenecientes a la memoria cultural colombiana tratados en este libro